Libres en Movimiento
1. Sept. 2021
Nunca negocies en desventaja, dicen los expertos. Pero los procesos y los hechos son más contundentes y sus resultados, su indiscutible reflejo.
Nunca negocies en desventaja, dicen los expertos. Pero los procesos y los hechos son más contundentes y sus resultados, su indiscutible reflejo.
Desde la muerte de Hugo Chávez, la dictadura venezolana, heredera ideológica y práctica del castrismo, ha mostrado diferentes etapas en su lógica autoritaria, dependiendo de los acontecimientos que rodean determinado momento. Unas veces se expone como una de las dictaduras más rancias y despiadadas de nuestro tiempo, y otras, como un gobierno autoritario dispuesto a dialogar y hacer concesiones.
Lo cierto es que Nicolás Maduro y el chavismo siempre se han salido con la suya cuando de entablar ‘mesas de diálogo’ se trata. El pasado 13 de agosto se inició el quinto proceso de negociación en México desde que se impulsara el primero en 2016 con Rodríguez Zapatero en medio. Las sucesivas fueron el 2017 en Oslo, el 2018 en Santo Domingo y el 2019 en Barbados.
El resultado de la mesa de negociación carece de importancia cuando lo que prevemos se compara con la realidad y los hechos que rodean a la misma. Este nuevo proceso de diálogo ha puesto en evidencia la erosión del liderazgo de la oposición al régimen, tanto a nivel político como social. El apoyo ciudadano a tal propósito es irrisorio, por supuesto, considerando el fracaso de los anteriores intentos de negociación con la dictadura, todos infructuosos.
Por otro lado, la oposición diezmada por Nicolás Maduro y sus secuaces ha entrado en un callejón sin salida donde las alternativas son exiguas: o aceptas pactar con el régimen en los límites que él disponga o serás objeto de persecución, vejámenes y toda índole de presión política. En otras palabras, o aceptas las prebendas del gobierno o te vas.
Esto se traduce en lo siguiente: dinero, cuotas políticas y libertad para algunos presos políticos a cambio de sumisión o, al menos, aceptación de las directrices del régimen. Todo ello con vistas a las elecciones regionales de noviembre, en las que participará una parte de la oposición política y obtendrá, probablemente, algunas alcaldías y otras dádivas. Por supuesto, en este contexto los más afectados son los propios venezolanos, mientras la Comunidad Internacional mira de palco, eso sí, siempre abierta a negociar, aunque de ello no se obtenga ningún resultado.
Está claro que tampoco son los organismos internacionales o los países aliados de las democracias occidentales los responsables de lo que ocurra en Venezuela, la experiencia y la historia nos han dado duras lecciones. Solo hay que volcar la mirada a Cuba.
Pero lo cierto es que no solo no se debe negociar en desventaja, no se puede negociar con un régimen que lo controla todo y poner las esperanzas en lo electoral. El problema radica en que, en medio del marasmo, la desidia, y la incapacidad de la oposición venezolana, no existen alternativas consistentes que puedan asegurar la derrota del régimen, ya sea por las urnas o por la fuerza.
Los tiempos políticos son preciados porque no se repiten. Mañana Juan Guiado solo será un melancólico recuerdo.